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«Creatividad, intuición, inteligencia emocional»

El pasado 22 de febrero en nuestro evento Personas Excepcionales: la dislexia en edad adulta, Alejandro Mata nos compartió, por segunda vez, sus experiencias de vida como disléxico. Durante el evento, Alejandro destacó que debe mucho al apoyo de su madre. Por lo que vemos, también se debe a su propio carácter y tenacidad y le queremos dar la enhorabuena por sus logros. Aquí os dejamos su testimonio personal.

Alejandro Mata

«Soy disléxico, hiperactivo, tengo déficit de atención, discalculia, distorsión espacial, disgrafía y disortografía y probablemente me deje algo.

Me detectaron la dislexia a los 6 años, fue mi madre, disléxica sin tratar, la que lo detectó y comenzó a llevarme al logopeda. Desde primaria hasta prácticamente bachillerato he sido un «mal alumno» mi nota más alta con suerte era el 5, no tenía expectativas de futuro académicas. Pasé por dos colegios y tres institutos. Solía ser un alumno que siempre estaba castigado: partes, expulsiones y había profesores que se referían a nosotros como la corteza de la sociedad.

De hecho, con 10 años una neuróloga que me trataba del Gregorio Marañón nos llegó a asegurar en su consulta que los niños como «nosotros» no llegamos más allá de 3º de la ESO. Fue un mazazo y un punto de inflexión, pero mi madre siguió tirando con su apoyo hasta que logré llegar a bachillerato, repetí 3º de la ESO antes, pero logré llegar a bachillerato.

Bachillerato fue en la misma línea, seguía siendo un estudiante malo y con baja autoestima, mi tutor llegó a concertar una tutoría con mi madre para decirla que me sacara de bachillerato, os imagináis la respuesta de mi madre… Mi tutor no volvió a concertar más entrevistas, en ese momento empecé a mejorar, me motivó el hecho de que podía mejorar y más adelante mi propio tutor me reconoció el mérito. Durante mi etapa en bachillerato no me beneficié de ninguna ayuda por ser disléxico, había asignaturas donde no me contaban las faltas, pero en la gran mayoría me penalizaban mucho las faltas, tenía que hacer los exámenes contando que me iban a quitar los dos puntos de faltas.

Aprobé bachillerato en septiembre, porque me quedó sólo filosofía. Sin darme cuenta llegué a selectividad, no me lo creía, no era consciente de que estaba ahí. Selectividad casi la suspendo por lengua donde saqué un tres, pero lo compensé con el 7 de filosofía. Como era septiembre ya no había plazas, pero una universidad concertada me ofreció una beca con la que financiar mis estudios en periodismo.

La universidad me cambió la vida, allí mis profesores supieron ver en mi algo que no vieron los anteriores profes: mi creatividad, intuición, inteligencia emocional, sentido del sacrificio aplicado al periodismo fue lo que me hizo destacar, los dos primeros años saqué 4 matrículas de honor.

En segundo de carrera comencé mis primeras prácticas en el periódico El Mundo, empecé como corrector en la sección de Economía, tenía que corregir a los periodista, (¡UN DISLÉXICO!). Había cosas que se me escapaban pero mis jefes fueron muy comprensibles, dejándome publicar artículos entre ellos unas dobles páginas (algo muy difícil de conseguir en cualquier periódico). Vieron mi esfuerzo y me ampliaron el contrato con la peculiaridad de que ya me iban a dejar ser corrector, a partir de ahí sería redactor, podría escribir artículos con mi firma, escribí más de 30 artículos para Local, siendo un día portada incluso. Actualmente les paso algún artículo muy puntualmente, aunque estoy más centrado en mi carrera que está apunto de terminar.

También colaboro en un proyecto local en el que varios chicos como yo vamos comentando nuestras experiencias por los institutos del sureste de Madrid, haciendole ver a los estudiantes que no deben rendirse.»

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